Swann y Seyle (2005) reconocen que, en muchas ocasiones, la Psicología social acierta al poner el énfasis en la situación y, de forma más amplia, en el contexto. Sería lo que sucede cuando se intenta comprender y pronosticar la conducta de las personas en un contexto muy concreto, como el de los guardias de una prisión. En un caso así, es imprescindible conocer en profundidad y detalle el tipo de situación de que se trata. Sin embargo, otras ocasiones plantean un problema muy distinto, como cuando lo que interesa a los investigadores es pronosticar el modo en que se ordenan las personas dentro de una situación o clase de situaciones. Para poder conseguir este objetivo, es necesario saber cómo puntúan estas personas en alguna medida de personalidad, especialmente si se trata de un rasgo de personalidad muy relevante. Es el caso de la necesidad de cognición en el cambio de actitudes (véase Capítulo 18 sobre cambio de actitudes). Con mucha frecuencia, situación y personalidad interactúan; es decir, hay una dependencia mutua entre ellas, no un predominio de una sobre la otra. Swann y Seyle proponen un ejemplo extraído de la investigación del propio Swann (Gill y Swann, 2004).
El rasgo de personalidad estudiado era la exactitud en la percepción de personas. No se lo conceptuaba en general, sino asociado a situaciones. El razonamiento de base era el siguiente: es habitual que las personas "negocien sus identidades específicas de relaciones".
Esto quiere decir que la imagen que presentan a los otros depende de quiénes sean esos otros y de la situación en la que interactúen con ellos. Si esto es así, es preferible pensar en la exactitud, en la percepción no como un rasgo general aplicable a la percepción de cualquier persona en cualquier situación, sino como el acierto a la hora de estimar las conductas de las personas que se perciben en los contextos locales que se comparten con ellas. Por ello, en el día a día, las personas, a la hora de percibir, se esfuerzan por descubrir cómo se comportan las otras personas con las que interactúan en contextos compartidos. Swann y Seyle citan en apoyo de su propuesta un trabajo de Higgins (1990).
Este autor defendió la necesidad de considerar la interacción persona x situación en un plano teórico. Su argumento es que, bajo el influjo de las variables personológicas (rasgos, disposiciones, características personales), las personas adquieren rutinas que las llevan a categorizar las situaciones de forma idiosincrásica. Es decir, una persona alta en necesidad de cognición categorizará las situaciones de persuasión como un desafío y como una oportunidad (véase Capítulo 18). Por su parte, las situaciones generan en las personas rutinas que les permiten descubrir qué conductas son apropiadas en el contexto de que se trate. En consecuencia, las conductas de las personas reflejan la accesibilidad de la información facilitada tanto por sus diferencias individuales crónicas como por las pistas e indicios del contexto.
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